Cultura del desarrollo
Venimos del “fin del mundo”, como nombraban los navegantes a esa parte del planeta que habitamos. Vivimos en el filo del Pacífico, en una orilla de nuestro continente Americano y, desde allí, nuestra vista y nuestra alma se empinan por sobre las cumbres andinas para establecer un nexo de fraternidad con aquellos otros que cohabitan estas tierras. Desde la lejanía, miramos y vivimos los avatares de nuestras historias y de nuestros sueños, escuchando lo que nos dicta esta pertenencia profunda a la sangre y al suelo de nuestra América.
Venimos del “fin del mundo”, como nombraban los navegantes a esa parte del planeta que habitamos. Vivimos en el filo del Pacífico, en una orilla de nuestro continente Americano y, desde allí, nuestra vista y nuestra alma se empinan por sobre las cumbres andinas para establecer un nexo de fraternidad con aquellos otros que cohabitan estas tierras. Desde la lejanía, miramos y vivimos los avatares de nuestras historias y de nuestros sueños, escuchando lo que nos dicta esta pertenencia profunda a la sangre y al suelo de nuestra América.